Fragmento de una vida inacabada

Había una vez una niña muy pequeña. Desde siempre le habían dado todo lo que necesitaba, pero a su vez el mundo la privaba de algo esencial: su felicidad.
Esa niña creció casi sin conocer el cariño. Su padre la había abandonado y todos en su entorno tendían a maltratarla física y/o psicológicamente. Tenía algún descanso en su hogar, pero esto no duraría mucho.
Cuando la niña creció un poco, su madre conoció a otro hombre, pero este las maltrataba también a ambas, ambas recibían insultos todos los días y golpes varias veces al mes, ninguno de gravedad he de añadir, aunque un golpe siempre es grave.
Muchos años y un nacimiento después, su madre decidió dar el paso de acabar con este hombre, de echarlo de su casa e intentar cortar todo lazo con él. Pero entonces esta niña, que ya era una joven, tampoco tuvo respiro, pues los malos tratos volvieron pero esta vez de su madre, la cual no atendía a razones de forma alguna.
La chica comenzó una vida digna de Cenicienta (realmente la comenzó mucho antes, esta época la intensificó), pasaba el día entre limpieza, cocina, las veces de niñera y humillaciones, también algún golpe de nuevo.
Pero no tenía animalitos que la animaran, quizá por eso desde pequeña saltó de depresión en depresión. Quizá por eso mil veces pensó en derramar su sangre y liberar su alma, quizá solo necesitaba una compañía que la animara.
Un día, nadie sabe bien cuando fue, esta joven descubrió que había alguien que siempre había estado ahí, que siempre la había ayudado, pero de forma tan natural que ella nunca lo notó. El descubrimiento no vino de repente, sino poco a poco, cada vez que aparecía se iba dando cuenta.
Se llamaba escritura. Aunque mucho más adelante apareció alguien más: teatro.
Siempre había escrito cuando había tenido la necesidad de expresarse, desde que tiene memoria.
Tampoco se sabe muy bien como sucedió que esta joven dejó de saltar de depresión en depresión a pesar de no haberse desecho de sus problemas, pero ahora, a pesar de haber sido hundida, humillada, traicionada, decepcionada y apaleada por más de la mitad de su entorno (gran parte de la familia y «amigos» y casi todos sus compañeros de colegios/institutos) esta joven es feliz.
Esta joven aprendió que hay gente que vale la pena, ya que, como nos dice Freud «Antes de diagnosticarse depresión, asegurate de no estar rodeado de idiotas».
Aprendió a ver el vaso medio lleno y ser feliz y que la vida es hermosa.
Aprendió que merece más la pena pensar en la sonrisa que te provocó una persona que en la lágrima que otra te hizo derramar.
Aprendió que hay que ignorar lo negativo de la vida, lo que no te lleva a ninguna parte, lo inútil. Y a centrarse en lo positivo y lo útil, los sueños, las metas y las pequeñas cosas.
Y que la vida puede ser hermosa dependiendo de hacia donde apuntes con tu catalejo, al final todo depende de ti, porque la felicidad es una actitud, nos pasamos la vida labrando un camino para llegar a la felicidad, no pensamos que el final del camino solo es eso, un final, y que lo que verdaderamente hemos de disfrutar es el camino.

No es que tenga muchos lectores, pero si estás leyendo esto, si estás pasando por una mala racha, ánimo, de verdad, tú puedes conseguirlo. Sé que parece que nunca va acabar, que es el fin y que no merece la pena seguir adelante, pero no es así, siempre llega un momento mejor, aunque a veces se haga de rogar, solo sé fuerte, no pierdas la esperanza y lucha, lucha hasta el final, lucha aunque ya estés tirado en el suelo, arrástrate espada en mano, pero no te rindas.

Un abrazo.

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4 comentarios sobre “Fragmento de una vida inacabada

    1. – Estoy absolutamente en desacuerdo con esa afirmación. Sin corazon solo se consigue aislamiento y soledad autoimpuesta. A veces uno siente que es lo mejor, pero a la larga se da cuenta de que no. Es mejor tener un corazón abierto, aunque pueda haber decepciones, al fin y al cabo de ahí vienen las lecciones, y eso no es malo, ¿no?
      No hay que cerrar el corazón, hay que saber bien a quien se le abre. Hay que tener un filtro, pero nunca cerrarlo. Eso es lo que yo opino y lo que me parece la mejor opción, luego cada uno puede hacer lo que le parezca. Pero a la larga, es la opción que hace menos daño. La que hace feliz a pesar de las caídas y la que también hace a otros felices, pues todos tenemos alguien que nos quiere y a quien les haría daño que no tuvieramos corazón.

      – ¿Ladinvs?

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      1. Ladino, pero «al estilo Latín». Y sí, tienes razón en lo que dices, no se te puede decir que no, pero a veces la vida castiga muy duramente a quien sólo tropezó por casualidad, arrancándole del pecho aquello que le hace ser humano. Por cierto, ¿no reconoces la forma de expresarse que tiene un auténtico demonio? Parece como si hubieras olvidado lo mucho que significas para él, tanto que sabe que debe mantenerse alejado para no hacer sufrir a quienes le importan.

        Lo único que puede hacer es observarte en la distancia, oculto tras sutiles máscaras.

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      2. Lo reconocí desde la primera maldita frase, créeme.
        Pero en eso aciertas, he olvidado que le importe y he olvidado haberle importado alguna vez. Cuando alguien te importa no le impones nada, ni si quiera por su bien, se le deja decidir. Y no recuerdo haber podido decidir si prefiero comprobar si sufro más cerca del demonio o lejos de él. Fue mucho tiempo el que sufrí precisamente por ese distanciamiento “para no hacerme sufrir”. Solo me parece una excusa miserable. Nunca sabré si realmente el demonio se regocijaba en mi dolor o realmente intentaba (de forma nefasta e inutil, ya que lo acentuaba) evitármelo. Pero siempre me pareció a posta, no encuentro otro motivo para primero alejarse y luego volver a contemplar su obra, como es ya su costumbre.
        Y tampoco creo que este sea lugar para debatir sobre ello.

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